Un mundo feliz: ¿Una opción real?

13 noviembre 2008 at 16:00 (Uncategorized) ()

<<Ante la perspectiva de una sociedad perfecta, la salida es el suicidio.

Con esta afirmación pretendo comenzar este texto, ya que esta frase resume en pocas palabras las sensaciones que Un mundo feliz ha dejado en mi mente, convertida ya antes de la última página (y casi desde le comienzo) en un hervidero de ideas.

Voy a partir del postulado de que la sociedad perfecta ya existe como idea, como algo “en potencia”, para continuar preguntándome a costa de qué privaciones se puede conseguir. Tomemos la sociedad perfecta, el mundo feliz, como un Estado en el que no existe la pobreza, el hambre, la vejez, el sufrimiento… la infelicidad. ¿Estaríamos realmente dispuestos a sacrificar nuestra capacidad de decisión, nuestra libertad, lo que venimos llamando nuestro pensamiento libre y nuestra identidad individual con el fin de extender en el mundo una suerte de monotonía que para nosotros se asemeje a la felicidad? Puedo contestar que millones de personas lo harían, sin ninguna duda. Y esa sociedad estaría creada precisamente para ellos, para sus conformismos, para sus aspiraciones a la tranquilidad y a la estabilidad.

Basada en las teorías freudianas (se toma el año de nacimiento de Freud –Ford– como partida de esa civilización), la sociedad que nos presenta Huxley es totalmente aséptica, tanto en el terreno físico como en el emocional.

Se suprimen las relaciones paterno-filiales creando individuos in vitro copiados genéticamente por centenas, se controla el proceso de desarrollo fetal para la creación de castas sociales que predeterminan el destino del individuo, se controla el pensamiento moral del individuo mediante un proceso denominado hipnopedia, que lógicamente quita todo resto de individualidad en las opciones, gustos y acciones de las personas, condicionándolas al consumo para mantener la estabilidad social. ¿El resultado? La gente es feliz. Crean una masa social que prima sobre la individualidad; esto es aceptado por todos. Cada individuo, según su casta (Alfas, Betas, Gammas, Deltas y Epsilones), desenvuelve un rol social y un trabajo para los que está ya seleccionado de antemano, y de los que se puede evadir tomando la droga sintética perfecta, creada y patrocinada por el Estado Mundial.

Pero hay ciertos individuos que no siguen las pautas establecidas, como Bernard Marx, y es realmente interesante la solución que este Estado emplea con sus disidentes. Podríamos pensar en su simple eliminación, como se ha venido haciendo históricamente hasta nuestros días, pero no: la solución es la atractiva oferta de retirarse a una isla con los demás individuos que han tomado conciencia de, valga la redundancia, su individualidad o acatar la sociedad establecida y gozar de buen rango en el mundo que ya conocen.

Así, se nos presentan varios tipos de personajes: Bernard Marx adquiere conciencia de su individualidad a través de la frustración que le produce el no parecerse físicamente a los de su casta. Lenina Crowne es el modelo ideal de comportamiento social de una persona después de haber pasado por el proceso de hipnopedia durante su infancia y adolescencia; se adapta perfectamente a los requerimientos de la sociedad en la que vive. El Salvaje, John, es un individuo que pasa de amar en la distancia una sociedad que no conoce –por la marginación que sufre en la que ya conoce– a odiarla de tal modo, después de conocerla, que se ve abocado al suicidio. Estas son las tres tipologías de personaje esenciales que aparecen en la novela, que de todas formas podrían ser ampliadas con más detalle en estudios más extensos. Cabe mencionar aquí la visión que emana el libro de la función de los periodistas futuros, pues son ellos, como paparazzi, los causantes de que el Salvaje se suicide por tanto acoso mediático, evocando casos mundialmente conocidos que han ocurrido muchos años después de la publicación del libro, lo que significa que la visión de Huxley fue realmente futurista.

Un concepto interesante, por otra parte, es el del Sucedáneo de Pasión Violenta, que son “chutes” periódicos y controlados de adrenalina en el organismo de los individuos, un “equivalente fisiológico completo del temor y la ira”, por lo que éstos no se sienten llevados a ningún tipo de riesgo y esto contribuye a la estabilidad de la sociedad (recordemos que el lema del Estado Mundial es Comunidad, Identidad y Estabilidad), como le explica Mustafá Mond a John el Salvaje, antes de que éste parta hacia el que será su último y mortal retiro.

Este tipo de sociedad super-controlada que se nos presenta en el libro tiene muchos puntos en común con la novela 1984, de Orwell, publicada 17 años después (1949). Esto es interesante desde el punto de vista de que consideramos las posibles sociedades futuras extremistas y anti-individualistas, y cuanto mayor grado de tecnología nos imaginamos en ellas, tanto más es el control que pensamos va a ejercer el Estado sobre las personas. Se da por hecho, tanto en una como en otra novela, la ocultación o destrucción de la Historia precedente a ese nuevo Estado, el sometimiento absoluto de las masas, que no se plantean este sistema; en ambas obras, los protagonistas son excepciones a esa regla de sometimiento y por una u otra razón se plantean el significado de lo que les rodea y a causa de ello pasan a ser una parte marginal de la sociedad; también podemos destacar la coincidencia en las premoniciones de fracaso del liberalismo económico actual y de los sistemas capitalistas en aras de un Estado totalmente intervencionista (podríamos decir una forma de socialismo extremista) tanto en lo económico como en lo personal; encontramos que, en ambos sistemas hipotéticos, se han preservado e impulsado las castas sociales, diferenciadas de una manera mucho más nítida, pues el papel de cada uno viene asignado desde el momento en que uno comienza a existir.

Cierto es que hay dos diferencias insalvables: en Un mundo feliz las figuras paternas han sido suprimidas completamente, debido a las bases freudianas del sistema; y, con el condicionamiento hipnopédico, no son ya necesarias las cámaras de las que se sirve el Gran Hermano, pues las pautas de comportamiento de los individuos no varían.

En otro orden de cosas, algo que llama poderosamente mi atención, y con esto concluyo, son las referencias “culturales” que encontramos en los nombres de los personajes de Huxley, por poca importancia que éstos tengan en la trama. Algunos ejemplos son el propio Bernard Marx (aúna los nombres de Bernard Shaw y Karl Marx), Lenina Crowne (Vladimir Lenin y Crown –segmento que hace referencia a la monarquía–), Mustafá Mond (Mustafá Kenal Atatürk y Sir Alfred Mond) o mismo Benito Hoover (Benito Mussolini y Herbert Hoover).

 

Dicho esto, y con muchas más cosas interesantes en las que no me he podido explayar, queda por decir que este libro es muy recomendable para toda aquella persona interesada en las relaciones sociales, la política, el modo de organización de la sociedad o, simplemente, para toda aquella persona a la que le guste leer, a quien le hará plantearse: ¿A qué debemos renunciar para que todo pueda ir bien?.>>

 

 

Esto es una crítica que escribí hace dos semanas para clase, y que no me dejaron presentar (esto quiere decir, mi profesor no la leyó) porque «el libro no estaba dentro de la lista que él había dado». Por lo menos ahora tengo la oportunidad de que alguien lo lea. Sed felices! (Creo que en breves debería empezar a añadir fotos al texto, y no tanto blablablá)

[Este artículo ha sido modificado posteriormente, ya que rectificar es de sabios equivocados]

 

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