Mario Benedetti

28 abril 2009 at 22:41 (Uncategorized)

A imagen y semejanza

Era la última hormiga de la caravana, y no pudo seguir la ruta de sus compañeras. Un terrón de azúcar había resbalado desde lo alto, quebrándose en varios terroncitos. Uno de éstos le interceptaba el paso. Por un instante la hormiga quedó inmóvil sobre el papel color crema. Luego, sus patitas delanteras tantearon el terrón. Retrocedió, después se detuvo. Tomando sus patas traseras como casi punto fijo de apoyo, dio una vuelta alrededor de sí misma en el sentido de las agujas de un reloj. Sólo entonces se acercó de nuevo. Las patas delanteras se estiraron, en un primer intento de alzar el azúcar, pero fracasaron. Sin embargo, el rápido movimiento hizo que el terrón quedara mejor situado para la operación de carga. Esta vez la hormiga acometió lateralmente su objetivo, alzó el terrón y lo sostuvo sobre su cabeza. Por un instante pareció vacilar, luego reinició el viaje, con un andar bastante más lento que el que traía. Sus compañeras ya estaban lejos, fuera del papel, cerca del zócalo. La hormiga se detuvo, exactamente en el punto en que la superficie por la que marchaba, cambiaba de color. Las seis patas hollaron una N mayúscula y oscura. Después de una momentánea detención, terminó por atravesarla. Ahora la superficie era otra vez clara. De pronto el terrón resbaló sobre el papel, partiéndose en dos. La hormiga hizo entonces un recorrido que incluyó una detenida inspección de ambas porciones, y eligió la mayor. Cargó con ella, y avanzó. En la ruta, hasta ese instante libre, apareció una colilla aplastada. La bordeó lentamente, y cuando reapareció al otro lado del pucho, la superficie se había vuelto nuevamente oscura porque en ese instante el tránsito de la hormiga tenía lugar sobre una A. Hubo una leve corriente de aire, como si alguien hubiera soplado. Hormiga y carga rodaron. Ahora el terrón se desarmó por completo. La hormiga cayó sobre sus patas y emprendió una enloquecida carrerita en círculo. Luego pareció tranquilizarse. Fue hacia uno de los granos de azúcar que antes había formado parte del medio terrón, pero no lo cargó. Cuando reinició su marcha no había perdido la ruta. Pasó rápidamente sobre una D oscura, y al reingresar en la zona clara, otro obstáculo la detuvo. Era un trocito de algo, un palito acaso tres veces más grande que ella misma. Retrocedió, avanzó, tanteó el palito, se quedó inmóvil durante unos segundos. Luego empezó la tarea de carga. Dos veces se resbaló el palito, pero al final quedó bien afirmado, como una suerte de mástil inclinado. Al pasar sobre el área de la segunda A oscura, el andar de la hormiga era casi triunfal. Sin embargo, no había avanzado dos centímetros por la superficie clara del papel, cuando algo o alguien movió aquella hoja y la hormiga rodó, más o menos replegada sobre sí misma. Sólo pudo reincorporarse cuando llegó a la madera del piso. A cinco centímetros estaba el palito. La hormiga avanzó hasta él, esta vez con parsimonia, como midiendo cada séxtuple paso. Así y todo, llegó hasta su objetivo, pero cuando estiraba las patas delanteras, de nuevo corrió el aire y el palito rodó hasta detenerse diez centímetros más allá, semicaído en una de las rendijas que separaban los tablones del piso. Uno de los extremos, sin embargo, emergía hacia arriba. Para la hormiga, semejante posición representó en cierto modo una facilidad, ya que pudo hacer un rodeo a fin de intentar la operación desde un ángulo más favorable. Al cabo de medio minuto, la faena estaba cumplida. La carga, otra vez alzada, estaba ahora en una posición más cercana a la estricta horizontalidad. La hormiga reinició la marcha, sin desviarse jamás de su ruta hacia el zócalo. Las otras hormigas, con sus respectivos víveres, habían desaparecido por algún invisible agujero. Sobre la madera, la hormiga avanzaba más lentamente que sobre el papel. Un nudo, bastante rugoso de la tabla, significó una demora de más de un minuto. El palito estuvo a punto de caer, pero un particular vaivén del cuerpo de la hormiga aseguró su estabilidad. Dos centímetros más y un golpe resonó. Un golpe aparentemente dado sobre el piso. Al igual que las otras, esa tabla vibró y la hormiga dio un saltito involuntario, en el curso del cual, perdió su carga. El palito quedó atravesado en el tablón contiguo. El trabajo siguiente fue cruzar la hendidura, que en ese punto era bastante profunda. La hormiga se acercó al borde, hizo un leve avance erizado de alertas, pero aún así se precipitó en aquel abismo de centímetro y medio. Le llevó varios segundos rehacerse, escalar el lado opuesto de la hendidura y reaparecer en la superficie del siguiente tablón. Ahí estaba el palito. La hormiga estuvo un rato junto a él, sin otro movimiento que un intermitente temblor en las patas delanteras. Después llevó a cabo su quinta operación de carga. El palito quedó horizontal, aunque algo oblicuo con respecto al cuerpo de la hormiga. Esta hizo un movimiento brusco y entonces la carga quedó mejor acomodada. A medio metro estaba el zócalo. La hormiga avanzó en la antigua dirección, que en ese espacio casualmente se correspondía con la veta. Ahora el paso era rápido, y el palito no parecía correr el menor riesgo de derrumbe. A dos centímetros de su meta, la hormiga se detuvo, de nuevo alertada. Entonces, de lo alto apareció un pulgar, un ancho dedo humano y concienzudamente aplastó carga y hormiga.

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AAAAY PAAAAYO, EL DÍA QUE LA PUNKARLA ME FUSTIGÓ

9 abril 2009 at 4:34 (Uncategorized)

Dra. Heidi & Mrs. Hari Productions presenta…

Una historia más conmovedora que «Cuando apuñalé a un pingüino» y más tierna que «Lo que el verme se comió»…

Una historia tragicómica con final feliz y un argumento deslizante…

«Aaaay Paaayo! El día que la Punkarla me fustigó»

Desearía no tener que plasmar ante el público todoslos tintes eróticos que emana la situación de que una belleza de ojos azules fustigue con amor a una rubia de ojos verdes. Obviaré los detalles de la vestimenta, esa vestimenta de cuero ajustado con tachuelas en los bordes y un trenzado curvilíneo que la atravesaba… Comencemos por el principio.

Corrían aquellos felices tiempos en que yo consumía tubérculos psicotrópicos durante las puestas de sol; por aquella época yo había perdido los martes -esto es una historia que otro día explicaré- y la vida no es que me sonriera, sino que se carcajeaba de mí, adornada con esas lucecillas como de neón que me seguían allá por donde yo fuera.

Me desperté por la mañana y seguí el ritual habitual -levantarme, ducharme, vestirme, beber mi zumo de puerro, regar mis plantas y dar de comer al calamar gigante que habita en mi salón- antes de salir a la calle a caminar. Pasé por delante de una tienda sin ventanas que estaba oculta en la entrada de un callejón. Mi cabeza me decía que no debía acercarme a esa puerta, pero mi instinto me sugería reincidentemente que debía entrar porque en el interior había algo que yo buscaba. Como persona racional que soy, hice caso a mi cabeza -que siempre me dijo «sigue tu instinto»- y entré. La puerta emitió el típico sonido de película de terror que indica una evidente falta de 3 en 1 en las visagras, entré con miedo y di unos pasos, y de nuevo hizo el mismo sonido al cerrarse (la secuencia sería: ñeeeeec, tun, tun, tun, ñeeeeec); mi vocecilla de porro mañanero preguntó suavemente si alguien se encontraba en la estancia, a la vez que mi sexto sentido sentía cómo yo era observada desde la oscuridad silenciosa. Unos luminosos ojos azules emergieron desde lo más intrigante y oscuro del lugar, y un tono de voz pecoso me advirtió del peligro que estaba corriendo al ser tan temeraria.

(continuará en sucesivas actualizaciones….)

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… no pude hacerlo

10 marzo 2009 at 2:48 (Uncategorized)

Quiero un poema de sangre, no de amor

quiero una comedia roja teñida de dolor

poder degustar de un cadáver el olor

y pasar tales momentos sin mencionar el horror.

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El peligro

10 marzo 2009 at 2:35 (Uncategorized)

Besa la realidad aunque parezca imposible

Besa la realidad aunque parezca imposible

Te avisan, te lo dicen, te advierten constantemente del peligro que corres. No tomes decisiones por ti misma, que puede ser peligroso. ¿Cómo? ¿Qué? ¿Lo vas a hacer? ¿Podrás cargar con el sentimiento de vergüenza de haber pertenecido a tal o cual grupo? Seguro que lo lamentarás, tendrás cargo de conciencia por tus errores pasados, como ya lo tienes por tus experiencias interpersonales de la intimidad, por tus meteduras de pata, por tus complejos y todo lo que te rodea… En fin, la misma historia se repite todos los días, en todos los lugares, en todos los ámbitos de la vida… No nos arrepintamos de nuestros errores. Aprendamos de ellos.

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Yo y el mundo

9 marzo 2009 at 1:25 (Uncategorized)

¿Has observado alguna vez la complejidad de las relaciones entre los diferentes individuos de una misma sociedad? Acabo de darme cuenta, de tomar consciencia de esa estructura que hace que nadie haga nada, que nadie diga nada, que nadie se mueva por nada.

Una sola persona puede entablar infinidad de relaciones sociales, pero normalmente no es consciente de la multitud de historias personales tremendamente diferentes e incompatibles que se cruzan en su vida. Creo que en resumen, la función básica de una periodista es darse cuenta de esta realidad para ser capaz de deconstruirla y analizarla desde un punto de vista completamente diferente, que lleve a un resultado positivo como puede ser que todas las partes de esa realidad vean todos los firentes puntos de vista que hay y ñuedan actuar en consecuencia.

A mí me rodean historias tan dispares que muchas veces no sé por qué todas esas personas tan tan diferentes pueden tener algo en común conmigo como para considerarme su amiga. Me muevo en ambientes tan diferentes que me siento camaleónica, aunque siga siendo (o por lo menos eso intento) la misma persona. Veo que hay gente para la que su vida social es casi lo más importante (esto va por ti, Brais, porque no es normal tener mas de 1000 contactos en el Messenger), gente para la que la marihuana es una forma de vida y una espectativa de futuro, gente para la que leer significa hacer un esfuerzo sobrehumano y que por eso realmente no se entera del funcionamiento real del mundo, gente interesada completa y únicamente en la política, gente centrada sólo en los estudios, gente que puede no salir de casa con tal de tener a mano el Messenger y el Tuenti, gente que ha acabado entre rejas por desgracia, gente que no hace nada de nada, gente que vende periódicos, gente que escribe cuentos, gente que no sabe escribir….

Y por eso ahora me doy cuenta de que el trabajo de la periodista es el de mostrar todas estas realidades al mundo, para que se vea cómo una misma sociedad (consumista, occidental, primermundista) está compuesta por gente tan diversa, y que se pueda llegar a comprender cómo nadie hace nada para intentar encontrar un remedio a la situación de dos tercios de la población mundial, a los problemas de la política, a los problemas de las violencias y de las discriminaciones.

Ahora que lo comprendo, me encantaría podértelo hacer ver; ahora, ya mismo, y destaparte la venda de los ojos. Quiero que alguien entienda toda esta complejidad que nos hace ser tan diferentes, aunque en el fondo tan iguales, pues si te paras a preguntarle a toda esa gente qué sería lo que más le importaría perder, todas contestarían algo muy parecido: la familia, la gente a la que quieren.

Pensando entonces que a todas y a todos nos importan las mismas cosas, que tenemos una base común por la que luchar ¿qué es lo que nos lleva a alejarnos del objetivo común de que todo sea un poquito mejor? Intentaré ir contestando a esta pregunta en lo sucesivo.

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Cuéntame un cuento… Fábula Nº1

1 marzo 2009 at 14:33 (Uncategorized) (, , , , )

Miles de personas perdían sus casas y sus empleos. Miles de personas se quedaban sin comer; miles de niñas y niños, sin ir a la escuela. La crisis caía sobre la población como una pesada losa. Miles de personas seguían muriendo por las hambrunas.

Mientras tanto, el rey, en su palacio, dictaba leyes que subían los impuestos, pues en palacio de ningún modo se debería notar la crisis. Oculto el cuerpo bajo una capa de terciopelo, oculta la cara bajo un manto de cinismo, el rey comía productos exóticos y dirigía a la guardia real para aplacar las rebeliones de los hambrientos.

Miles y miles de personas fueron apresadas, condenadas, torturadas, fusiladas. Miles de personas vivieron mucho tiempo bajo un velo de terror a la represión. La vida se había vuelto gris al traspasar la frontera de la casa real hacia el exterior.

Y, un buen día, el rey enfermó. Entonces llegaron sacerdotes desde todos los rincones del reino, convocados por la llamada agónica del monarca. Rezaron a todos los dioses -a todas las diosas- mediante infinidad de cánticos y plegarias, pero su salud seguía empeorando.

una mañana, el rey murió. El país se sumió en una suerte de guerra civil silenciosa, ideológica, no sangrienta. La población, desconcertada, se organizó para levantarse; y millones de personas pudieron, al fin, expresar libremente su opinión. La sublevación fue sublime. Nadie resultó parjudicado. Los ricos se hicieron menos ricos, y aprendieron a administrar sus recursos. Los pobres se hicieron menos pobres, y consiguieron superar las barreras sociales que hasta entonces les habían sido impuestas, y pudieron prosperar. Todo mejoró. La gente comenzó a gestionarse.

El rey se despertó en un liga oscuro y húmedo, frío. Ya no tenía una capa de terciopelo en su cuerpo ni un manto de cinismo en su rostro. Tenía miedo. Apareció un hombre fornido, imponente, que lo dirigió hacia un lugar menos sombrío, pero en todo caso frío y húmedo. Una mesa apareció como de la nada y el hombre grande se sentó al otro lado, enfrente al rey.

-Va a trabajar usted tejiendo vestidos -dijo el hombre.

El rey, atónito, no dijo una sola palabra; asintió silenciosamente y se dejó llevar a otra estancia, donde le enseñaron el oficio y fue puesto a trabajar. El trato que recibía el rey era gélido, aunque nunca violento o cruel. Recibía dos raciones de comida diarias, compuestas por pan, sopa y agua. Se puso a tejer. Y pasó un año, pasaron dos años, que dejaron una huella de cuarenta años en el rostro del rey. No recibió bonificación salarial alguna. Pero todos los días obtenía puntualmente su pan y su sopa.

Cuando se ponía el sol, se recostaba a dormir en un jergón de paja junto al telar. La estancia en la que se encontraba era enorme, seguía siendo fría y húmeda, y en ella se encontraban otras muchas personas haciendo lo mismo que él. Nunca habló con nadie, pues la vergüenza impregnaba su alma. Pero, en realidad, nadie hablaba nunca. Tampoco intentó huir, no intentó salir de allí. En su interior, algo le decía que habría sido imposible, que no lo conseguiría nunca.

hell to heaven3Una mañana, volvió el hombre grande, que esta vez era aún más grande, y lo condujo por oscuros pasillos hasta llegar a un pequeño huerto.

-Tu vida ahora será la de un campesino. Cobíjate en esa cabaña y planta vegetales. Comerás de lo que tú mismo produzcas.

El rey permaneció sin decir nada. Hizo lo que se le ordenó. «Los años de telar se han acabado», pensó; así que asintió, de nuevo silenciosamente, y se puso a trabajar. La vida solitaria en la incomunicación le pasó factura. Ahora hablaba en alto consigo mismo la mitad de la jornada. No huyó, pero no por miedo esta vez, sino por conformismo. Pasaron así dos décadas, pero por la salud del rey había pasado cientos de años. Se sentía mayor y al borde de la muerte de nuevo.

Entonces tuvo un pensamiento. «Me lo merezco, esta existencia en el Infierno es culpa mía, por haber sido un tirano y un déspota en vida. Ahora que ya no puedo morir, me queda pasar toda la eternidad con esta sensación de morir sin estar muriendo».

Varios días después de este primer pensamiento sobre su pasado terrenal, apareció una persona en su huerto. El rey volvió a sentir el miedo en su piel, aunque esta vez el miedo era a la interacción con las personas. El rey, al fin, había dejado de ser rey -para que esto ocurriera había hecho falta varias décadas- y no sabía cómo afrontar una situación de cercanía con otra persona.

La persona del huerto, un muchacho rubio, de rostro amigable, hizo un gesto al rey para que se acercara. Iba vestido con las telas que le rey había confeccionado, con una túnica de color violeta y unos pantalones azules. El muchacho observó -no sin complacencia- que la actitud del rey era servil y sumisa.

-Vengo para hacer tu estancia en este lugar más llevadera -comunicó el joven.

Al rey se le iluminó la cara, pero no encontró palabras que decir. En silencio se mantuvo durante dos semanas más, mientras el joven -que a estas alturas se había acomodado en la cabaña y pasaba con él el día entero- hablaba, a modo de monólogo, sobre los más variados temas.

Por eso, el rey, un día, habló. Y ya no se supo callar. Se fraguó una relación íntima entre los dos, pues aparte de las tareas del campo no tenían mucho más que hacer. Se pasaban horas y horas hablando, y tantas o más horas compartiendo un silencio cómplice.

Siguieron cinco años de conversaciones y silencios, de ternura.

Cierto día, con los primeros rayos de sol, el rey abrió los ojos. Sintió un ligero dolor de cabeza y el estómago vacío, y se levantó. Le horrorizó ver que el muchacho no estaba. Había desaparecido. Se había ido. Lo había dejado completamente solo, otra vez. Se sintió abandonado, maltratado. Lloró, gritó, siguió llorando y, ya sin fuerzas, se sentó a reflexionar bajo la sombra del único frutal de su huerto. Qué castigo tan terrible. El Infierno había vuelto a ser Infierno. No entendía qué fatal error podía haber cometido para sufrir de nuevo un castigo así. Estuvo todo el día sentado, pensando en los buenos momentos de los últimos años, en los que lo único que había tenido era la compañía del joven que un día apareció en el huerto. Tardó horas en comprender que se había enamorado.

«Me he enamorado de otro hombre, ese es mi castigo», pensó.

-El amor prohibido, sucio, pecaminoso. Ahora sé por lo que estoy aquí. -se dijo a sí mismo, hablando en alto.

Él, en vida, había castigado con la muerte -y a veces con cosas mucho peores- este tipo de relación. En su reino, el amor homosexual merecía la pena máxima.

Tardó otras muchas horas, quizás días, en asumirlo, en echarlo de menos, en quererlo en la distancia. Realmente, ya le daba igual, no podía ser tan malo, sólo quería que volviera, que le hablara, abrazarlo. Y entonces, en el momento en que tuvo claros sus sentimientos, apareció el muchachode nuevo.

Corrió a abrazarlo -cosa que nunca antes había hecho- y le dio un beso en la boca. Fue el beso más dulce que había dado nunca. Un beso tierno y pasional. Un beso de esos que se le dan sólo a quien amas profundamente. Pasaron días, o quizás fueran horas, abrazados, besándose, acariciánose, queriéndose. Nunca el rey se había senido tan bien con ninguna de las mujeres que había tenido en palacio, cuando aún estaba vivo. Entonces, el joven dijo:

-Debes saber que vamos a abandonar este huerto, esta cabaña y este modo de existir.

Al rey volvieron a empañársele los ojos en lárgrimas.

-No te preocupes. -dijo el muchacho- Has cumplido el objetivo, ya nos podemos ir.

-¿Objetivo? -preguntó el rey, aunque no tuvo muy claro si lo había dicho en alto o lo había pensado en silencio- ¿Acaso tiene un objetivo el Infierno más que el castigo eterno?

-¿El Infierno, dices? -se extrañó el joven- Amigo, -continuó- estás equivocado. No te encuentras en el Infierno. Estás en el Cielo.

-Esto no puede ser el Cielo. Llevo décadas y décadas siendo castigado justamente por las acciones que hice cuando estaba vivo -se mantuvo el rey.

-Te equivoca de nuevo, querido -contrapuso el joven.- A lo largo de estos años, has aprendido a trabajar con las manos, cosa que nunca habías hecho; has aprendido a comer del fruto de tu propio esfuerzo; has aprendido el valor que tienen las palabras; has aprendido a reconocer tus errores, aunque formen parte del pasado; has aprendido lo que es la humildad, la amistad, el amor y, lo que es más importante, has aprendido a ponerte en el lugar del otro, aquél a quien condenabas a muerte anteriormente, y a respetar por tanto, a las personas que son diferentes. Sé, amigo mío, que ya nunca volverás a hacer lo que hiciste, que has cambiado completamente y que sabes lo que es la tolerancia. Por todos estos conocimientos adquiridos has de saber que estás, y que desde tu muerte estuviste, en el Cielo.

El rey, atónito, volvió a quedarse sin palabras, como hacía ya tiempo que no le ocurría. Estaba desconcertado. Todo este tiempo haía pensado en su castigo, pero ahora descubría lo que realmente había aprendido. El jóven tomó de nuevo la palabra:

-He de hacerte saber, en este momento, que dispones de dos opciones: obtener la libertad total, y poder recorrer todo el Paraíso, o la vuelta a la vida y sus ataduras por medio de la reencarnación.

Y el rey se pronunció.

-Deseo volver a vivir. Pero no quiero perderte.

Un día de abril de un año cualquiera, en un país donde  miles de personas perdían sus casas y sus empleos, se quedaban sin comer, miles de niñas y niños sin ir a la escuela… en un país donde la crisis caía sobre la población como una pesada losa, nació una niña, que mientras crecía asombró a todos con su sabiduría. Pareciera haber vivido varias vidas antes que esta, por las decisiones que tomaba. Y ella sabía que había otra mujer con la que compartiría destino; con el paso del tiempo, se encontraron.

El rey se había vuelto reina, y la reina tomó la sabia decisión de convertirse en presidenta. Así comenzaba una nueva era. El reino de los sueños: la República.

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Las fotografías de la vergüenza

10 diciembre 2008 at 23:28 (Uncategorized)

Abro el suplemento semanal de La Voz de Galicia por una página al azar y cae un pequeño panfleto de Médicos Sin Fronteras. «Ahora, lo primero es salvar vidas», «Hazte socio» «En nombre de las personas que recibirán tu ayuda, muchas gracias», y quince slogans más de las mismas características. La primera pregunta que me hago es: ¿por qué el resto del año no encuentro hojas de filiación como estas en mi suplemento? ¿Utilizan el sentimiendo navideño, esa milagrosa caridad vacacional, para captar financiamiento las ONG’s? Entonces, antes de empezar a contestarme a mí misma… espera… un momento… yo recuerdo que… vamos a mirar… ya está. El mismo suplemento, del mismo periódico, dos números antes. Página 18, el título: «Chad: Las fotografías de la vergüenza». A través de 16 páginas hacemos un recorrido terrorífico por uno de los lugares de la Tierra más olvidado de la mano de… las personas. El campo de refugiados de Iridime, situado en las inmediaciones de la frontera del Chad con Sudán, representa el lado oscuro de una de las organizaciones humanitarias más importantes del mundo: Médicos Sin Fronteras. Allí niños y ancianos moribundos pueblan los rincones, la inanición es la primera causa de muerte, el hambre hace mella entre la población. El campo de refugiados corre a cargo de MSF, y gracias a las fotografías de Álvaro Ybarra Zavala podemos denunciar que enfermos mentales en grave proceso de desnutrición se encuentran encadenados a las paredes de algunas casas, y nadie hace nada por evitarlo.

Sólo necesitamos una pequeña reflexión sobre el mundo que nos rodea, porque a veces olvidamos que existe.

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La vuelta.. definitiva

9 diciembre 2008 at 3:18 (Uncategorized) (, , )

Se levantó y se suicidó. No es para tanto… cosas más horribles pasan todos los días. Es más grave cuando a uno lo matan sin su consentimiento, o cuando muere por accidente. ¿Qué más pedir que tener derecho a decidir en qué momento se acaba tu vida? Tomar tus propias decisiones, entonces eso sí que se convierte en algo importante. Además, él ya no tenía nada que hacer… su vida había perdido todo sentido, su existencia era inútil. Pasaba los días sumido en sí mismo, en una vida que nada tenía de excitante, no ayudaba a los demás, no aportaba nada a la sociedad a la que pertenecía, y nunca se esforzó en encontrar un lugar en el mundo al que aportar algo. Terminó los estudios sin haber estudiado, cobró un sueldo fijo sin apenas trabajar, vistió su vida de drogas y nunca, nunca, buscó el reconocimiento de nadie. Pero a su alrededor todo iba mal, y él lo veía. Vio que su mundo no pertenecía a la realidad, que vivía en una burbuja de oxígeno dentro de un mundo que se estaba desintegrando. Intentó escribirlo pero las palabras no acudieron en su ayuda. Se vio morir, se sintió inútil. Sabía que su rutina lo aislaba de todo cuanto sucedía a su alrededor, y que televisiones y medios de comunicación intentaban en vano, todos los días, abrirle los ojos; pero él nunca hizo caso; y se dio cuenta cuando ya sabía que era demasiado tarde para querer cambiarlo. Millones de personas se morían todos los días y nunca se molestó en intentar hacer algo, averiguar las causas o encontrar las soluciones. No lo hizo, aun sabiendo que podía. Porque, cuando se quería dar cuenta, ya llevaba seis horas tirado en la hierba, viendo pasar la gente. Algunos lo llamarán arte, pero él lo llamaba vacío, desolación. No tuvo fuerzas para remediarlo. La bala que entró por su boca y salió por su cráneo fue la mejor respuesta que encontró a las preguntas que la Humanidad se lleva haciendo desde que ha tomado conciencia de sí misma.

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La reina de corazones

18 noviembre 2008 at 23:50 (Uncategorized)

republicaCierto es, tenemos libertad de pensamiento, y no libertad de expresión. Hoy leí, gracias Karla, un pequeño texto de Pascual Serrano, titulado «Que hable Sofía» y publicado hace dos semanas, a cuento de la publicación (valga la redundancia) del desgraciadamente archifamoso libro de Pilar Urbano. En síntesis, y yo estoy completamente de acuerdo, dice que con este tipo de acciones -como las declaracione tan «polemicas» de la reina- se desvía la atención, sobre todo de la izquierda, del asunto principal, que es la monarquía en sí misma.

¿Pero es que acaso no tiene derecho la reina, como todo ciudadano,a expresar su opinión individual? Se ve que no. Pero yo, como tantas otras personas, quiero que lo tenga. Es más, quiero que la reina sea una ciudadana más, con derecho a expresar sus opiniones y sin derechos de cuna. Porque ya nadie se cree que un buen día bajó Dios del Cielo y tocó a un afortunado diciendo:»Tú reinarás». Porque sabemos que no corre sangre azul por sus venas; y si los propios reyes no lo creen ¿por qué no prueban a cortarlas?. Porque han sido impuestos y no elegidos, queremos (y pese a las distracciones lo seguimos reivindicando) que los reyes -y las reinas- queden relegados a los cuentos y a las historias, pues nunca debieron salir de allí. Es necesario pensar en tres colores.

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Libertad de expresión

17 noviembre 2008 at 0:01 (Uncategorized)

¿Qué es la libertad de expresión? ¿Es un derecho? ¿Un privilegio? ¿Una libertad que se puede ejercer según a dónde vayas, según quién mande, y según lo que quieras expresar???

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